
Decía Truman Capote que uno aprende pronto a diferenciar entre lo que significa escribir bien y escribir mal. Pero que lo que es más difícil, lo decisivo, es distinguir la sutil frontera que hay entre escribir bien y hacer una obra de arte. Esa línea quizá es la que separa a los grandes escritores de los demás.
Yo, por supuesto, no escribo obras de arte ni muchísimo menos.
Pero tras varias novelas negras y de suspense (thriller), y otros tantos relatos cortos, algunos de ficción, sí aprendí algo:
Quizá sea más interesante escribir de manera sencilla y entretenida para contar realidades complejas, que escribir de manera compleja para maquillar historias vacías.
La novela ha de tener un estilo sencillo, limpio y sin disonancias. Esa es la escritura a la que aspiro.

Nací en Barcelona en 1945, y tan sólo me considero un lector que aprende cada día a escribir.
La lectura y la escritura, junto con la náutica, son mis tres grandes pasiones.
Tras una larga vida empresarial en mercados y países diferentes, pude acumular un conocimiento de realidades muy interesantes. En ellas, los personajes de mis novelas se mueven con facilidad, revelando trazos históricos casi olvidados, así como corrupciones que viven en la sombra y van mucho más allá de la trama.
Denuncias sociales que mis lectores agradecen.
Mundos que la rutina de nuestras vidas nos impiden conocer… y sin embargo están ahí.
Porque entretenerse es bueno, pero entretenerse conociendo otras verdades es mejor.
Considero que el escritor debe hacerlo como lo hace un artesano, de manera sosegada, atenta y con espíritu de trasmitir historias, de modo que los lectores vivan otras vidas durante su lectura.